domingo, 12 de febrero de 2012

EL JUICIO DE LOS MEDIOS: COBERTURA DE LA CRISIS




Hoy en día la crisis lo abarca todo. Nos encontramos en un momento oscuro, tenebroso, del que parece que no vamos a poder salir nunca. Todos los días nos bombardean con informaciones pesimistas que nos van ahogando poco a poco en el desaliento pero, ¿realmente sabemos lo que está ocurriendo? ¿Son los medios de comunicación un aliado de la sociedad o un guardaespaldas del poder?

El 15 de septiembre de 2008, Lehman Brothers, uno de los mayores bancos de inversiones estadounidense, sorprendió a casi todo el mundo al declararse en quiebra. Así comenzaba “oficialmente” la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión de 1929. La caída de Lehman Brothers no era la primera bancarrota de una entidad bancaria en esta crisis, pero sí la de mayor tamaño. Tal y como se conocía hasta entonces, el sistema financiero se había venido abajo y con él reventaba la burbuja inmobiliaria casi utópica en la que se estaba viviendo.

Esta crisis rápidamente se extendió al resto de los sistemas financieros mundiales y el estallido de la burbuja inmobiliaria fue el primer motivo y el más importante para que comenzaran los problemas crediticios. La quiebra de inmobiliarias dejó a muchas entidades bancarias con enormes pérdidas en sus cuentas y al ser incapaces de hacer frente a las deudas contraídas, obligó a la mayoría de los estados a acudir al rescate de la banca.

Con un sistema financiero moribundo, la inversión empresarial y el consumo de las familias comenzaron a deteriorarse, lo que provocó un retroceso económico en la mayoría de los países. En el caso de España, el Producto Interior Bruto (PIB) se contrajo un 3,7% en el segundo trimestre de 2009 con respecto al año anterior.

Las economías de los países entraron en profundas recesiones y sin acceso al crédito y, con un desplome en los pedidos y en las ventas, miles de empresas comenzaron primero a ajustar sus plantillas para más tarde tener que echar el cierre.

Más de tres años después, esta grave crisis sigue presente en la mayoría de los países y aun a día de hoy no hay muchas razones que inviten al optimismo. A lo largo de todo este tiempo, se ha ido conociendo el grado de responsabilidad que muchos de los actores sociales  y económicos participantes en el sistema económico tuvieron en el origen, desarrollo y estallido de la crisis: bancos, organismos internacionales, los reguladores de los mercados financieros, las agencias de calificación de riesgo, los bancos centrales y los propios medios de comunicación.

Los periodistas volvieron a fracasar. De ellos se suele esperar que cumplan, entre otros,  su papel vigilante, su función de controlar lo que ocurre e informar a los ciudadanos de los peligros reales a los que están expuestos, pero no supieron predecir lo que se venía encima y si lo intuyeron, no lo alertaron. Los medios volvieron a convertirse en el perro guardián que no ladra ante los peligros.

El periodista y ensayista español, Pascual Serrano, asegura que los grandes medios de comunicación son corresponsales de la crisis económica actual, en la medida en que forman parte de la macroestructura económica y financiera mundial. Asegura que para analizar su implicación es necesario analizar los elementos que lo explican.

En primer lugar, el silenciamiento de los especialistas críticos. Los analistas que anunciaron y advirtieron sobre las políticas de especulación y descontrol financiero fueron ignorados en los grandes medios. En España un ejemplo claro fue el catedrático Juan Torres, el cual lo recogió en su libro Coge el dinero y corre. A estos especialistas que advirtieron lo que iba a ocurrir se les impidió acceder a la opinión pública.

Las organizaciones sociales que señalaban la deriva financiera también fueron ignoradas por los medios, como el caso ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Ayuda a los Ciudadanos) que lleva más de diez años recordando la necesidad de aplicar métodos de control sobre los movimientos especulativos financieros.
Otro elemento son las grandes empresas de comunicación que forman parte de los grupos económicos que se beneficiaron con los diferentes booms especulativos, desde los puntocom al inmobiliario.

El mensaje de los medios está siendo utilizado para crear condiciones de alarma que permitan aplicar medidas de recorte social y de los derechos de los trabajadores.
Otro sería el silenciamiento que están aplicando los medios a cualquier propuesta que suponga una ruptura con los principios económicos dominantes.

Junto a todo esto, hemos sido espectadores de varias anécdotas que muestran cómo se busca exculpar a los medios de comunicación en las grandes operaciones de engaño colectivo a las que se ha sometido a la opinión pública mundial.

Un ejemplo claro de esto fue la presentación en el año 2008 del libro del ex portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, en el que reconocía la manipulación a la que sometieron a los medios de comunicación desde la administración Bush. Lo que parecía que iba a ser un reconocimiento de culpa, se convirtió en una operación para eximir de toda responsabilidad a los medios y a los periodistas. El objetivo era que el complejo mediático apareciera como víctima y no como cómplice ya que son conscientes de que más tarde vendría otro gobierno diferente, pero los medios seguirán siendo los mismos y no es recomendable que su imagen quede dañada.

Toda esta gran crisis financiera va ligada a una gran crisis en los medios de comunicación. El periodista Juan Varela, consultor de medios y editor de la web Periodistas 21, explica todos los elementos que se agrupan en esta crisis.

La primera sería la crisis de mediación. El modelo informativo ha dejado de identificarse con los ciudadanos. Un a prueba de ello fue que en España se consideró  descubrimiento periodístico un programa tan obvio que consistía en que varios ciudadanos le hicieran preguntas al presidente del gobierno.

Después se encontraría la crisis de la credibilidad. El público ya no se fía de los medios de comunicación, ya que se ha comprobado en numerosas ocasiones cómo mienten u ocultan elementos fundamentales de la realidad.

La siguiente sería la crisis de la objetividad. Tanto la objetividad como la neutralidad no existen. Lo que sí existe es la honestidad, la veracidad e incluso la pluralidad, pero ya nadie discute el interés ideológico y político que muestran los medios en su actividad diaria. El mito de la objetividad se esfuma y con él, la autoridad del periodismo.

En cuarto lugar aparecería la crisis de autoridad. Tanto Internet como las nuevas tecnologías han mostrado la capacidad de organizaciones sociales y periodistas alternativos para enfrentar el predominio de los grandes medios, por lo que los medios han dejado de ser tan poderosos. La autoridad de mediadores que antes se reconocía a los periodistas vuelve al público. Los que más saben o están más cerca de los hechos informan a otros.

Por último, pero no menos importante, se encontraría la crisis de la información. La necesidad de aumentar la productividad y rentabilidad de los profesionales de los medios ha provocado que las informaciones no estén elaboradas, ni verificadas, ni con suficientes elementos de contexto y antecedentes que permitan a la sociedad comprender la actualidad.

España va bien
La burbuja inmobiliaria ha provocado una gran crisis en nuestro país que se extiende a todos los niveles y que se presenta cada vez más como una crisis de confianza, de valores, una crisis cultural y democrática.

Hasta ahora los medios y la élite empresarial e intelectual señalaban a los políticos como principales culpables de la situación, pero muy poco a las empresas, a los bancos y a los medios.

Mientras la prensa extranjera comenzaba a mencionar la crisis y la burbuja inmobiliaria a partir del año 2004, los medios españoles sólo la empezaron a reconocer a partir de 2007. Según Miguel Ángel Mondelo, director de Economía de la agencia EFE, había un interés general en no informar demasiado sobre la burbuja y sus consecuencias.

Los gobiernos tampoco hicieron un gran esfuerzo por informar a la gente sobre la situación económica de manera adecuada y transparente, ni frenaron a tiempo la especulación y, en consecuencia, no proporcionaron información suficiente a los medios. Parecía como si hubiera algún tipo de acuerdo en la sociedad sobre el tema. Mondelo explica que existía un sentimiento por parte del gobierno de turno de influir de alguna manera en que no se hablara negativamente de la economía.

Lo que está claro es que nadie alertó con claridad a la población sobre el peligro que tenía la posible burbuja, y tampoco los medios.

No sorprende que todos esos actores que, de alguna manera, se estaban beneficiando del sistema, no tuvieran ningún interés en parar esa burbuja.

En nuestro caso, en 2007 cuando ya había estallado el “tsunami financiero”, los dos diarios más grandes e influyentes (El Mundo y El País) seguían el lema de “España va bien”, sin avisar del peligro de los precios inmobiliarios a niveles irreales. Sólo en el año 2009 los periódicos comenzaron a preguntarse si las cifras que se daban en el mercado inmobiliario eran correctas. Ni siquiera durante el año 2009, cuando la crisis se encontraba en su epicentro, estos dos diarios proporcionaron una información realista de la situación ni útil para los lectores.

En el contexto de la crisis económica falló el papel de contrapeso y control democrático de los medios españoles. Los grupos de prensa más influyentes del país aceptaron implícitamente que se utilizasen sus diarios como plataformas informativas para estimular el boom inmobiliario. Los periódicos no cumplieron con su deber de informar sobre la crisis económica de manera objetiva y responsable. La información proporcionada a los lectores no les facilitó la posibilidad de entender la gravedad de la situación.

¿Es culpable el periodista?
Walter Lippman, uno de los principales teóricos de la democracia liberal, afirma en su obra Opinión Pública que el mundo que nos rodea es demasiado grande para acceder a información de primera mano por medios propios, por ello existen los profesionales de la información, los periodistas. Ellos orientan la opinión pública y una de sus principales tareas es acercar la vida política a la ciudadanía, siempre desde la veracidad y la relevancia pública. La mayoría de los profesionales de la comunicación cumplen estos requisitos. Pero hay que tener muy en cuenta que lo este analista intenta explicar cuando habla de la orientación de la opinión pública es la fabricación del consenso, es decir, provocar que la población acepte algo inicialmente no deseado.

El uso de los medios como creadores de ese consenso dicta mucho de la independencia que los profesionales deberían tener garantizada en la realización de su trabajo.

El director del Seminario de Información Económica del FCOM (SIEC), Alfonso Vara, asegura que en esta crisis se ha echado mucho la culpa a los periodistas. Se dice que han vuelto a fallar y que no hicieron lo que debían: avisar al público de lo que estaba por venir.

Vara explica que en su momento se publicó la información correspondiente que alertaba sobre los riesgos de la burbuja inmobiliaria y los créditos basura aunque, obviamente, se podía haber hecho una mejor cobertura. Pero lo que no se puede es negar que sí se publicaron informaciones en este sentido. Lo que más sorprende es que cuando publicaban en época de bonanza este tipo de informaciones se trataba a los periodistas de agoreros y se les tendía a ignorar. Se les acusaba de ser alarmistas aunque sólo estaban exponiendo posiciones divergentes sobre los riesgos en los que se estaba incurriendo entonces.

En cualquier caso, los medios de comunicación no están acostumbrados a cumplir esa función de aviso o de alarma. No suelen ser pronosticadores de lo que puede ocurrir en el futuro, aunque sí sirvieron de cauce antes de la crisis para que expertos y periodistas expusieran opiniones contrarias a las que por entonces reinaban.

Puede ser que los periodistas no alertaran lo suficiente o no supieran explicarlo con mayor profundidad pero ahora lo que toca es explicarle al ciudadano lo que está ocurriendo con un lenguaje sencillo.

Muchos expertos, como el profesor Alfonso Vara, consideran que esta crisis ofrece al periodismo económico la gran oportunidad para captar a lectores que hasta ahora no estaban interesados en este tipo de información.

Nada mejor que estar bien informado de la actualidad económica para conocer qué puede pasar con el empleo de un trabajador o para conocer qué nuevos sectores están en una tendencia alcista pese a la crisis o en qué sector especializarse y formarse para poseer un valor añadido y conseguir un empleo.

El creciente interés por la economía por parte del ciudadano es innegable: así lo corroboran los datos del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) que indica que las dos primeras preocupaciones de los españoles son el paro y los problemas económicos en general.

El mayor reto del periodista económico es traducir lo complejo en una información que, sin restar profundidad, sea accesible para el ciudadano medio.

El profesor de Periodismo Económico de la Universidad de Navarra, Ángel Arrese, opina que se están haciendo esfuerzos para explicar bien la crisis pero esta crisis es tan compleja que los propios especialistas en la materia dicen que no es del todo comprensible ni para ellos.

La función principal de los medios de comunicación especializados en la información económica es la de explicar, interpretar, contextualizar y buscar evoluciones temporales y proyecciones en el tiempo. Es la función que deberían hacer todos los medios pero llevada todavía más al extremo en el caso de la información económica.

Sin embargo, Alfonso Vara cree que los periodistas no están consiguiendo explicar bien la crisis, sobre todo por los males del periodismo económico: la falta de formación de algunos periodistas, el lenguaje que muchas veces es aburrido y poco claro para el ciudadano y el gran problema de la prensa que es la fiabilidad de las fuentes. En la actualidad, casi todas las empresas disponen de un gabinete de comunicación institucional y esta es una situación que afecta a la profesión periodística.

Esos gabinetes de comunicación están, en algunas ocasiones, dirigidos por antiguos periodistas que, como se suele decir, “se han pasado al lado oscuro”. Periodistas y comunicadores institucionales luchan a diario por hacer bien su trabajo, aunque están condenados a entenderse. Los periodistas luchan por obtener la información más veraz y los responsables de los gabinetes lo hacen por difundir a los periodistas una información que muchas veces es interesada y que, por lógica, favorece a la empresa o institución de la que forman parte.

En relación con el momento que vivimos actualmente, las empresas e instituciones públicas le dan a los medios de comunicación la información que les interesa y éstos la moldean para crear la opinión que interesa de los ciudadanos.

Algunos periodistas definen esta actividad como una forma de “obstruccionismo”. Otros entienden a la perfección su cometido e intentan lidiar todos los días para obtener la máxima y mejor información y poder contrastarla después con fuentes distintas, aunque sigue existiendo muy poca crítica respecto a lo que nos están contando las fuentes.

Arrese considera que en época de crisis hay mayores innovaciones y esfuerzos pero esto a veces no se ve reflejado en la difusión. A la gente le interesa la crisis, pero tanta mala noticia le cansa.

Indignados con los periodistas
La descalificación hacia la mayoría de los medios y de los profesionales de la comunicación es global. Gran parte de la sociedad observa una creciente tendencia por parte de los principales medios de comunicación a tergiversar la realidad. La construcción de una realidad falsa y la inclusión de opinión donde sólo debería haber información es algo que atenta contra los propios principios deontológicos del periodismo.

En los últimos años hemos podido observar cómo la imagen de los periodistas se deterioraba en las encuestas de valoración ciudadana, pero nunca hasta ahora las críticas se habían expresado de forma tan clara.

La gente ha sustituido a los medios tradicionales por las redes sociales como estructuras de apoyo y comunicación para informarse y debatir, ya que esas redes no parecen tener un centro decisorio mediatizado. Y en parte es razonable.

Que los españoles desprestigien tanto a los medios se ve claro en el siguiente ejemplo: el 16 de junio de 2011 el programa “El Círculo” de la cadena autonómica Telemadrid, trató al movimiento 15M de violento al emitir un video en el que se veían imágenes de jóvenes enfrentándose a palos con los policías antidisturbios. Pero el gran problema fue que esas imágenes, extraídas del diario  El Mundo, fueron tomadas durante la huelga general que tuvo lugar el día anterior en Grecia y además, en el diario las fotografías aparecen claramente identificadas como “protestas en Grecia”.

Con “anécdotas” como ésta es difícil atisbar la veracidad y la objetividad de los medios.

Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Social y Política, asegura que se está instaurando una visión según la cual la voluntad general es algo que se puede construir sin instituciones intermediarias. Es un tipo de sociedad que se considera mejor representada por los aficionados que por los expertos y que valora más al filtrador que al periodista.

Pero las intermediaciones son necesarias. También la del periodismo, porque una cosa es recibir información y otra es estar bien informado. La cuestión es qué tipo de periodismo. La sociedad ya no tolera un modelo de periodismo autoritario que establece la agenda informativa y decide qué es lo que a la gente le interesa.

No está claro que un mundo sin la intermediación de los periodistas vaya a estar mejor informado. En la sociedad de Internet, el problema no es la información, sino la confusión. Hay disponibilidad absoluta de información, pero también mucha confusión. Y precisamente por eso, nada es más necesario hoy en día que un buen periodista.

Lo que es urgente es redefinir qué es buen periodismo y señalar aquellas prácticas periodísticas que contribuyen al descrédito general de los medios.

Reducción de independencia
Una de las consecuencias sociales de la crisis económica es la reducción de la libertad dentro de los medios de comunicación. Los medios deberían ser los aliados de la población, su vía de escape para mostrar su descontento ante la gestión llevada a cabo pero, en cambio, se unen con el poder y los políticos. Sólo defienden las ideas y los intereses de éstos, como si fueran las únicas posibles.

Según los expertos, el bajón de recursos y efectivos y el aumento de la precariedad laboral disminuyen la visión crítica de los periodistas. Trabajan bajo más presión y con menos tiempo, por tanto, informan con menos profundidad y pueden verse obligados a favorecer a políticos o empresas.

Según Stephan Weichert, analista del Instituto para el Estudio de Políticas y Comunicación (con sede en Berlín), la crisis debilita financieramente a los medios, a los que les faltan recursos para corresponsales o periodismo de investigación, que son la esencia de periodismo de calidad. Asegura que la desaparición de diarios afecta a la libertad de expresión y que cuantos menos medios, más monopolio y más capacidad de control existe.

El vínculo institucional se agrava muchísimo en momentos de crisis y cuando se piden apoyos oficiales, los medios se vuelven más tolerantes con el gobierno de turno, por lo que se puede decir que la crisis equivale a un debilitamiento de la crítica.

Otro de los fenómenos que se agrava en tiempos de crisis, cuando las empresas optan por despedir a empleados, es lo que se conoce como “el principio de acoplarse al medio”, esto es, que cuando escasean los puestos de trabajo, las voces independientes bajan muchísimo de tono.

También en épocas de crisis se produce un fenómeno psicológico entre los periodistas: la tendencia a tratar de no debilitar con críticas una actividad política que se ve inestable y necesario fortalecer, aunque no se esté de acuerdo con su actuación.

¿Contribuyen los medios a la crisis?
Se observa un exceso de pesimismo en los medios de comunicación y parece que su tratamiento informativo de la crisis está contribuyendo a ahondarla pero, ¿contribuye la cobertura mediática de la crisis a la propia crisis?

Los medios de comunicación han de reflejar la realidad y si la realidad es negativa, no pueden decir que es positiva. Tampoco pueden hacer periodismo compasivo para evitar que los lectores se depriman. Todo esto es verdad y parece bastante fácil pero la realidad puede explicarse de muchas maneras y es el relato que se hace en los medios es que modula la percepción global que la ciudadanía tiene de la crisis.

Joaquín Estefanía, ex director del diario El País, asegura que los medios de comunicación y los periodistas deben moverse en este asunto en unos límites muy estrechos: por una parte deben contar y explicar lo que sucede, por muy grave y alarmante que sea, y por otra, deben evitar inculcar el miedo a los ciudadanos.

El miedo produce antipatía hacia el otro. Siempre ha sido un aliado natural del poder. Es una emoción que inmoviliza, que neutraliza, que no permite actuar ni tomar decisiones con neutralidad.

Enrique Gil Calvo, Doctor en Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, cree que los medios son juez y parte en el relato de la crisis y los considera “culpables de interferencia interesada y distorsionadora” por tres razones principales. La primera tiene que ver con la propia posición. Los medios son parte interesada en la información sobre la crisis porque ellos mismos están en crisis. La segunda tiene que ver con la dinámica informativa. La información económica de los medios es necesariamente procíclica, en lugar de ser contracíclica, ya que para hacer atractiva la información económica deben exagerar sus aspectos extraordinarios y potenciar así el interés.

La tercera es la naturaleza necesariamente populista de la información, en la que los medios tienden a culpar a los otros de lo que ocurre y a absolver a la propia audiencia de la que en realidad dependen.

El deber de los medios es dar buena información sobre lo que ocurre y también sobre lo que se prevé que ocurra, por eso no pueden inventarse las noticias.

Ambos expertos tienen claro cuál es el camino: informar con rigor, sin exagerar, ofreciendo al lector el contexto, las alternativas y las consecuencias de cada decisión, pero también hay que revisar algunas rutinas y ciertas dinámicas de la cultura periodística, como el abuso de los calificativos, que es una tendencia a utilizar los más dramáticos para llamar la atención del lector, y la tendencia a la negatividad.

La esperanza del futuro
Es difícil para las personas saber (o adivinar en ciertas ocasiones) quién dice la verdad en un momento tan complejo como el actual. Atravesamos una crisis económica, pero más allá del dinero lo que hemos perdido es la confianza, los valores y, en muchos casos, la integridad.

De momento, no debemos pensar que hoy en día los medios de comunicación van a mostrar posiciones alternativas al discurso dominante. Aunque la sociedad lleva mucho tiempo inundada por noticias sobre la crisis, sería importante averiguar si los ciudadanos saben realmente de qué se trata esta crisis, por qué se ha producido y cuáles son sus consecuencias.

La actualidad y la multiplicidad de canales hacen que la información se difunda desde los medios, pero la inmediatez se convierte en la característica que entra en conflicto con la profundidad del tratamiento de los datos. En un mundo dominado por el consumo y la rapidez, los medios realizan no ya información, sino productos informativos dominados por la simplificación. En el tema de la crisis, dicha simplificación se traduce en grandes cifras, críticas al gobierno en los medios contrarios, escenificación de conflicto entre ejecutivo y oposición y una sucesión de noticias sobre aspectos concretos.

Pero se echa en falta un análisis de la situación y, sobre todo, la presencia de opciones alternativas a lo que se plantea de manera oficial. Y en esto coincidimos todos, sobre todo la gente más preparada y cualificada. Parece existir una única versión de los acontecimientos y se asume que las opciones para salir de la crisis sólo pueden ser las planteadas por los organismos internacionales y el gobierno. El apoyo a toda la información y a los editores se encuentra también en las opiniones de columnistas que defienden las mismas tesis. No existen así otras voces, ni otros discursos, ni otros mensajes y si el receptor los encuentra, lo hace en medios alternativos, marginales, a los que no todo el mundo accede o en los que el acceso implica un esfuerzo intelectual y de tiempo.

Los medios alternativos deben mejorar su formación y capacitación, ya que es fundamental apostar por una mayor profesionalización. Tienen la obligación de exigir a los estados su reconocimiento necesario y los recursos necesarios para su desarrollo. No habrá una información plural, participativa y democrática si se deja en manos del mercado como está sucediendo en la actualidad. Y lo más importante es que deben dejar al lado su complejo de marginales, ya que en una sociedad democrática son más legítimos y más democráticos que los comerciales.

Los grandes medios cumplen también en esta crisis el papel de refuerzo de los grandes poderes públicos y privados. Por este motivo, habrá que movilizarse, buscar un hueco en esos medios o articular otros, pero no perder la posibilidad de reaccionar y transmitir a la sociedad que la situación puede cambiar y las cosas pueden ser de otra manera.

Refundar el periodismo, recuperar su función social y el compromiso de los profesionales con la realidad, el valor testimonial de las imágenes y la interpretación de los acontecimientos es una necesidad. La calidad es cada vez más necesaria para la sociedad.
Las nuevas generaciones de periodistas deben defender su derecho a ofrecer una información veraz partiendo de la necesidad de tiempo para investigar y elaborar esa información. Hay que aprovechar las oportunidades que ofrecen Internet y los medios alternativos.

La ciudadanía debe poder contar con los medios de comunicación y con su función de desvelar y proteger los abusos de poder de nuestros dirigentes.
Todo esto son cuestiones en las que debemos reflexionar.

Ana Gómez Soares y Mónica García Moreno

No hay comentarios:

Publicar un comentario